Hay quienes dicen que Dios nos trajo al mundo para sufrir
continuas desgracias. Yo a todos ellos les digo que se equivocan.
La vida está llena de
matices. El cielo no es tan claro algunas veces, o el infierno tan oscuro como
parece.
Nosotros somos los dueños de nuestra existencia. Las decisiones
nos hacen ser lo que somos.
Quizás la culpabilidad nos da miedo y por ello no la
reconocemos. Intentamos cargar nuestros problemas a los demás. Somos incapaces
de llevar la responsabilidad a nuestras espaldas y eso es porque sentimos que
estamos obligados a dar explicaciones de nuestros actos. Dependemos de la aprobación
o desaprobación de esta sociedad que nos arrastra tanto al pecado como a la abstinencia
y el decoro.
Recorremos un largo camino de dudas y resentimientos con
nosotros mismos, escondiéndonos unos a otros por la inseguridad de mostrarnos
al mundo.
Luchamos contra las palabras pero no sabemos acatarlas. Nos importa
demasiado vivir en sociedad, gustar a los demás. Tanto es así que terminamos por olvidar
gustarnos a nosotros mismos.
No se trata de mejorar para otros sino mejorar para uno
mismo. No hay enemigos a los que hacer frente, críticas que acatar y actitudes
que debas cambiar. La vida es así, difícil de llevar.
Si empiezas por gustarte tú, entonces acabaras gustando a
los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario